"La Puerta del Diablo"
El cerro El Chulo, a un kilómetro del sureño parque de Balboa, en El Salvador.
Suerte de portón gigantesco abierto al paisaje del fondo es La Puerta del Diablo, a través de la cual pueden divisarse el litoral del océano Pacífico, la villa de Panchimalco, el lago de Ilopango, el cerro de las Pavas y el volcán de San Vicente.
Cuentan que en tiempos de la colonia, la primogénita de los propietarios de los terrenos conocidos también como Planes de Renderos, al centro de la capital de San Salvador, era cortejada por el mismísimo espíritu del mal.
Enterados de esos amoríos, el padre y sus familiares decidieron una noche cazarle la pelea al príncipe de los ángeles rebelados contra Dios y arrojados por él al abismo, según la tradición judeocristiana.
En la huida, y casi al ser atrapado por sus perseguidores, el indeseable pretendiente rompió un peñasco al que luego se le empezó a llamar La Puerta del Diablo por la curiosa forma de arco que aparentan las dos elevadas rocas que la conforman.
La mitología alrededor de esa nomenclatura recoge otra historia sobre el supuesto Renderos y su prole: se asegura que el sujeto llegó al lugar mucho antes de esos sucesos, acompañado de su hija veinte añera y de varias semillas de naranjo para sembrar.
Pero la moza se enamoró de un indio y hasta pretendió casarse con él, a pesar de las objeciones de los indígenas que poblaban la zona, quienes aludían al asecho del demonio, alentado por la belleza de la joven.
La pareja desatendió los consejos de los ancianos y una noche, de manera inesperada, llegó el príncipe de los infiernos y la raptó por la fuerza.
A pesar de la lucha librada por el novio para evitar el secuestro de su prometida, se impuso la fuerza del Diablo, quien logró darle muerte.
Enterado de lo que acontecía, Renderos se encaminó al sitio en mitad de la madrugada y sólo encontró al Diablo convertido en toro.
Haciendo uso de sus mañas, el demonio arrastró hasta unas rocas gigantes al padre de la joven objeto de sus pasiones y terminó lanzándolo hacia el abismo.
Han transcurrido varios siglos, en los cuales se ha seguido alimentando esta leyenda que atrae a una gran cantidad de turistas, quienes visitan el escenario donde, se dice, venció el Diablo.
La formación pétrea erigida en el área, quizás luego del copioso temporal de 1762, es ahora la atracción principal del lugar, donde se practica la escalada y se ofertan platos tradicionales salvadoreños como las pupusas (tortillas de maíz con chicharrones de cerdo).
Suerte de portón gigantesco abierto al paisaje del fondo es La Puerta del Diablo, a través de la cual pueden divisarse el litoral del océano Pacífico, la villa de Panchimalco, el lago de Ilopango, el cerro de las Pavas y el volcán de San Vicente.
Cuentan que en tiempos de la colonia, la primogénita de los propietarios de los terrenos conocidos también como Planes de Renderos, al centro de la capital de San Salvador, era cortejada por el mismísimo espíritu del mal.
Enterados de esos amoríos, el padre y sus familiares decidieron una noche cazarle la pelea al príncipe de los ángeles rebelados contra Dios y arrojados por él al abismo, según la tradición judeocristiana.
En la huida, y casi al ser atrapado por sus perseguidores, el indeseable pretendiente rompió un peñasco al que luego se le empezó a llamar La Puerta del Diablo por la curiosa forma de arco que aparentan las dos elevadas rocas que la conforman.
La mitología alrededor de esa nomenclatura recoge otra historia sobre el supuesto Renderos y su prole: se asegura que el sujeto llegó al lugar mucho antes de esos sucesos, acompañado de su hija veinte añera y de varias semillas de naranjo para sembrar.
Pero la moza se enamoró de un indio y hasta pretendió casarse con él, a pesar de las objeciones de los indígenas que poblaban la zona, quienes aludían al asecho del demonio, alentado por la belleza de la joven.
La pareja desatendió los consejos de los ancianos y una noche, de manera inesperada, llegó el príncipe de los infiernos y la raptó por la fuerza.
A pesar de la lucha librada por el novio para evitar el secuestro de su prometida, se impuso la fuerza del Diablo, quien logró darle muerte.
Enterado de lo que acontecía, Renderos se encaminó al sitio en mitad de la madrugada y sólo encontró al Diablo convertido en toro.
Haciendo uso de sus mañas, el demonio arrastró hasta unas rocas gigantes al padre de la joven objeto de sus pasiones y terminó lanzándolo hacia el abismo.
Han transcurrido varios siglos, en los cuales se ha seguido alimentando esta leyenda que atrae a una gran cantidad de turistas, quienes visitan el escenario donde, se dice, venció el Diablo.
La formación pétrea erigida en el área, quizás luego del copioso temporal de 1762, es ahora la atracción principal del lugar, donde se practica la escalada y se ofertan platos tradicionales salvadoreños como las pupusas (tortillas de maíz con chicharrones de cerdo).
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